La frase del día

El que no durara para siempre, eso no significa... que no valió la pena.

lunes, 14 de julio de 2008

Cuilapan, el convento...y su leyenda.

Documento Insólito, Cierto y Verdadero, que trata de sombras noctámbulas y de la perversa gula por el ayuno de tres veces al día y de un misterioso templo de tres naves que un día aterrizó en terreno santo.

La noche siempre es el manto de los imaginarios nocturnos, donde ángeles y los demonios andan sueltos. La noche es la protectora de placeres, devaneos y misterios. Y en el misterio, las leyendas cohabitan y existen con los muertos. Cosas de ver, sentir y oír. Nuestro siguiente relato es uno de ellos.

Dicen que allá por la década de los setentas del siglo XVI, los dominicos del convento de Cuilapan, Oaxaca, carecían de un templo majestuoso como existían en otros lugares de la Nueva España. El que habían construido era muy sencillo; no correspondía con sus pretensiones religiosas ni a la ostentación que la casa de Dios debía tener para evangelizar a los indios. Había que construir algo más grande y bello. Éstos eran los deseos y los sueños de los frailes dominicos, pero también eran las religiosas obsesiones del prior, fray Domingo de Aguiñaga; estudiante en sus años mozos de las artes plásticas, arquitecto y amigo de Ignacio de Loyola. Este fraile tomó el mando del convento en el año de 1570. Y con sus estudios, para bien usarlos, siempre quería hacer cosas nuevas para engrandecer su espíritu y el de la orden religiosa que representaba.

El día 13 de septiembre de 1574 empieza nuestro relato, y se da cuando un personaje extraño visitó el convento. Llegó cuando la noche se manchaba de miles de destellos plateados y de una luna inmensamente luminosa. Llegó en un lujoso carruaje negro, con cortinillas de terciopelo negras y tirado por cuatro briosos y enormes caballos negros. El personaje alto, de mirada de aguja —inyectada de sangre— y de barba acicalada que terminaba en una bien cuidada piocha puntiaguda, tenía porte aristocrático; vestía rigurosamente de negro, todo de negro. Los perros del convento ladraron desaforados cuando sintieron la presencia del extraño personaje. Uno de los monjes salió a abrir después de escuchar los fuertes toquidos sobre la puerta. El hombre pidió hablar con el padre prior. La pesada puerta se abrió y los perros, que también vivían dentro del claustro, sintieron que una sombra que caminaba junto al hombre les caía con una enorme fuerza sobre sus hocicos; después, asustados, sólo aullaban lastimeramente.

La entrevista duró varias horas, hasta el amanecer. Las visitas se sucedieron una tras otra, siempre por las noches. Eran noches donde a veces salían unas carcajadas de la celda del prior y rebotaban en los muros de cantera del convento y se repetían en un eco tras otro. Los perros dejaron de ladrar ante la vista del personaje, sólo se echaban y gemían y sus ojos se alumbraban de miedo.

Después de la última visita, el padre Domingo de Aguiñaga pidió a los frailes, a la hora del almuerzo en el refectorio, que ese día por la noche no salieran de sus celdas porque algo extraordinario iba a suceder. En balde fueron la preguntas, el prior no dio respuestas. Llegada la hora, él mismo se cercioró de que todos los religiosos se recluyeran.

A las doce se escuchó la llegada de varios carruajes. El silencio de la noche desapareció y en su lugar se escucharon risas, gritos y blasfemias contra santos, frailes, vírgenes y el mismísimo Señor de los Cielos. Los frailes, en su resguardo de cuatro encaladas paredes, y tomando escapularios en sus manos sudorosas, no podían dormir; aunque lo intentaran, las risotadas y maldiciones retumbaban en los anchos muros del convento y en los oídos de novicios y frailes.

Algunos religiosos con el Jesús en la boca y escapulario en mano, se asomaron entreabriendo las puertas de sus celdas; sólo vieron cómo muchas sombras subían, bajaban, avanzaban, retrocedían. Entre éstas se movía el extraño visitante que antes se había entrevistado con el prior.

Estas sombras ágiles empezaron a levantar el templo anhelado por Domingo de Aguiñaga; primero los cimientos, columnas, paredes, arcos, nichos, altares. Todo con una rapidez asombrosa se fue acomodando bajo la dirección del personaje de negro que mandaba azuzando y maldiciendo a las sombras que levantaban, esculpían y pegaban cantera. Los perros y los religiosos despiertos, acompañaban a la noche con el retumbar de sus corazones que amenazaban con estallar o salirse del cuerpo; sus cuerpos sudaban y sudaban frío y el miedo no salía y aumentaba las ganas de orinar y orinar.

De pronto, cuando la construcción ya llegaba a la cúpula, cantó fuertemente un gallo en medio de la más cerrada oscuridad, y todo se suspendió de inmediato. Las sombras y el personaje que las movía desaparecieron. La construcción quedó incompleta.

Por la mañana los frailes vieron que un templo se había levantado por la noche, pero éste estaba inconcluso. Corrieron desaforados a ver al prior, pero éste no respondió a sus preguntas ni a sus temores.

Tiempo después el prior se enfermó gravemente y en trance de muerte, allá por el año de 1597, confesó: “El personaje misterioso que habló conmigo ¡era el Diablo! Ofreció construir el templo deseado en una noche, a cambio de las almas de la congregación. El trabajo se haría antes de que cantara el gallo. Rechacé la propuesta –dijo-. Pero, dudando de sus poderes -agregó-, pensé que podía vencerlo. Preparé a un gallo que a una señal cantara. La señal era ponerle una gallina culeca... Decidí correr la terrible aventura.

Llegado el momento, el Diablo actuó con tal rapidez que había que responder de la misma forma. Sí, como a eso de las cuatro de la mañana fui por la gallina culeca, pero no estaba en su lugar, el tiempo pasaba y yo en el gallinero, cuidando de hacer ruido, hasta que encontré a la gallina que estaba acurrucada cerca del fogón. La llevé corriendo, alzándome el hábito; el gallo al sentirla cerca, cantó alegre, y yo también me alegré.

La obra quedó inconclusa y el Diablo, al saberse engañado, todavía le alcanzó tiempo para perseguirme. Corrí, pero una de mis sandalias se me salió y mi cuerpo fue a dar al suelo con todo el peso de mis años. El Diablo estaba ahí y me miraba con sus ojos rojos y malditos. Quería enterrarme sus afiladas uñas, pero mi escapulario bendito frente a su feo rostro lo hizo retroceder. Al ponerme de pie, le azoté la espalda. Todavía a veces sueño sus ojos inyectados de sangre y su aliento con olor a azufre.”

Cuando fray Domingo de Aguiñaga murió, a los 86 años, dicen que un olor a santidad impregnó el ambiente mortuorio. Muchos hermanos de su orden religiosa le quitaron pedazos de su hábito como reliquias. Y mientras los rezos acompañaban el cuerpo del fraile, algunos novicios aseguraron que por la noche veían una extraña sombra merodear por los techos y los grandes muros del convento.

Este convento, actualmente sirve solo como punto de visita, sin embargo, cuentan que aún por las noches pueden verse sombras deambulando por todo su espacio. Si preguntas, ninguno de los encargados y vigilantes te contará la leyenda...¿ porqué ?

Es díficil deshacerse de la leyenda cuando estas de visita, no dejas de percibir ese ambiente tenebroso, pero a la vez majestuoso de tan grandiosa obra arquitectonica. Visitala, no te arrepentirás, esta llena de historia, fue en este lugar precisamente donde fusilaron a don Vicente Guerrero.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Jolín, terrorífica la historia y muy listo estuvo para ganarle la partida al diablo. Ojalá algún día pueda visitarlo, mientra me conformo con las fotos y tu leyenda.

Anónimo dijo...

yo ya fui pero no dejan quedarse hasta noche

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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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Cuando se trata de explicar cómo se han construído las grandes ciudades que hoy son arqueología, en este contexto Oaxaqueño Monte Albán o Mitla, lo más fácil siempre es decir que una fuerza
sobrenatural vino y con poderes igualmente supremos lo hizo. Aliens, dioses o hasta el mismo diablo -ahora- son los únicos capaces de hacer obras prodigiosas como éstas...

Y los zapotecos y mixtecos eran estúpidos, o qué? No tenían estas culturas los avances técnicos y
científicos suficientes para que fueran sus mismos arquitectos los que hicieran esto?

Por supuesto que sí! Las patrañas inventadas por el padre Aguinaga, son sólo eso: un ardid cargado
de cinismo para ocultar la explotación laboral inhumana de las que fueron objeto nuestros ancestros zapotecos.

Monte Albán, la otrora gran metrópoli zapoteca se halla a 10 kms de Cuilapam (diez mil metros).
Quien visite Monte Albán y después Cuilapam notará que la piedra del inconcluso convento en cuestión
es la misma que la de la zona arqueológica y, cómo no! si el tal padrezucho éste -Aguinaga- ordenó
que diez mil de nuestros abuelos indígenas se formaran para cometer la enorme blasfemia de desmantelar el sitio sagrado, pasándose de mano en mano las piedras que servirían ahora para levantar el monumento a su enorme ego.

Las únicas sombras que debieron observarse eran sin duda la de los indígenas zapotecos y mixtecos que tenían la maestría suficiente para realizar una obra de tal envergadura. es a ellos, y sólo a ellos, a quien debe dárseles el crédito de la mano de obra. Baste mencionar que, para la restauración del convento de Santo Domingo Grande en el centro de Oaxaca, se debió buscar mano de obra indígena calificada, pues nadie más poseía la técnica tan natural para hacer acabados en estuco o tallado de cantera verde, por ejemplo.

Pero increíblemente los frailes dominicos prefirieron adjudicarle la grandeza de esta obra al eterno enemigo antes que reconocerles el grado técnico a los indígenas (claro, si ellos eran unos salvajes incivilizados saca-corazones, nada más).

Es impresionantemente bello el templo y su capilla de tres naves -aún inconclusas como están- pero
no perdamos la objetividad en este asunto: las tierras donde Aguinaga quiso construir pertenecían ya a Hernán Cortés, nombrado para entonces Marqués del Valle de Oaxaca como parte de su premio a la invasión realizada, y él nunca estuvo de acuerdo en que se construyera el convento en sus tierras.

Sus quejas y la suspensión de suministros económicos por parte de la Corona Española para tal obra fueron las razones reales de la interrupción.

Qué diablo ni que mis calcetines!

Ed® dijo...

Creo que el nombre del post lo dice todo
Cuilapan, el convento...y su leyenda.

He aqui la definición de la palabra LEYENDA : http://es.wikipedia.org/wiki/Leyenda

saludos y gracias por visitarme!!

Sebastián Zárate dijo...

Las leyendas son eso… ¡leyendas! Historias que intentan explicar hechos, nadie dijo que fueran ciertas, ni mucho menos, pero si forman parte del lugar, es porque explican su contexto, detrás de todo mito o historia hay una razón y explicación lógica, y si son historias… por ende significa que no son verdades, menos verdades absolutas. ¬¬

Anónimo dijo...

No dejan quedarse asta de noche porq dicen q si entras de noche saldras asta entre de un año .....es lo q dicen ....saludos *_*

Daniel Mtz dijo...

Yo si eh ido y si es algo espeluznante, pero no es nada aqui en oaxaca que es donde yo vivo, hay otro convento en etla aqui no te dicen nada por quedarte hasta noche de hecho puedes acampar, pero esto es real y si no creen en esto no crean no necesito que me crean, pero este lugar si tiene algo siniestro, pues desde que entras por mas abrigado que estes, el frio penetra hasta tus huesos, de una forma que sientes la mala vibra, a donde quiera que te drijas sientes que no vas solo, sientes a alguien detras de ti, o si no peor sientes que alguien te lleva de la mano mas adentro, pero tranquilos no pasa nada, solo que por mas que quieras irte sientes que debes de acabar de recorrer el lugar, yo fui con 5 amigos cabe destacar que 3 llevabamos moto y si entras con moto y quieres alumbrar, no te serviran de nada ya que la luz se desvanace como si se la trajara el abismo.Pero en fin es una experiencia mas para los que gustan de lo desconocido y tengan la posibilidad, y o an venido es un lugar para visitar.